viernes, 11 de noviembre de 2016

Mira nena

La vida es sueño y sueño es una cuidad medieval de España...



Apagar la pantalla negra, coger una mochila llena de paciencia para soportar el atasco de salida
y sentir la comodidad del silencio, de la mente menos agitada, del aire cada vez más limpio.



Esa brisa fresca en la cara, esa que solo es capaz de proporcionar un río.




En este caso dos, conjugándose de forma maravillosa como marco de este sueño.




Andar sin sentir cansancio, dejar que la vista se acostumbre a la luz natural de la luna,
contemplar el cielo plagado de estrellas, sentir el tacto de la historia por los muros de esas calles.



Descansar con la tranquilidad de no poner el despertador para mañana,
amar sin abrir los ojos y respirar el mismo espacio, el mismo oxígeno,
mezclar sueño y piel, sentimientos a duermevela.





Masa madre, agua hirviendo, energía, naturaleza y arte.
Jugar a no ser nadie, a perderse en lo abstracto.
Manejar el tiempo, no someterse a horarios.




Ver morir la tarde desde un balcón colgado.




Y volver al punto de inicio, con dos postales que recuerdan el sueño de una noche de otoño.





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