
El crujir de un bigote,
ese sonido leve que tan grave se oye cuando se está cerca...
delata una caricia,
es apenas un susurro de la piel.
La intimidad de una habitación,
testigo mudo de todos mis movimientos,
de todos mis sacrificios y pasiones.
El calor, a veces, insoportable de la esperanza,
de una moneda suspendida en el aire,
sujeta al azar y al esfuerzo.

Como el escalador que mira hacia atrás,
cuando ya está tan arriba que no puede apenas ver el suelo,
y sin embargo no puede dejar de pensar en el golpe,
en los mil pedazos en los que se romperían su corazón,
en tan solo un instante.
Tiene delante la puerta de su destino
y en su cabeza la llave...






